lunes, 10 de noviembre de 2008

La continuidad

Todo se abre. Un rayo de luz que se estrella contra los ojos. Los automóviles pasan a través de la avenida sin prestar la menor atención a la gente que circula por las banquetas. El cielo queda cifrado como una combinación de gases y sentimientos que siempre producen un licuado idóneo para respirar por la tarde, un aire tranquilo, una brisa que ahoga las lagrimas. Y el tiempo. Siempre el tiempo. Porque hoy es junio de 1997 y no pasa nada más allá de lo que veo. O pienso, siento, deseo y no comprendo. No hay forma de que mi cabeza se succione a si misma sobre su propio núcleo, que muera como una gran estrella y se lleve los pensamientos de los demás. No soy una supernova. Apenas si soy una llama luchando por seguir ardiendo. Porque todavía encuentro una esperanza ahí afuera, tal vez, en una bala que destella como asteroide, como estrella fugaz con su estela sangrienta. Un cometa del abismo. Porque es milnovecientosnoventaysiete. Y ya nada en la vida puede cambiar.