lunes, 3 de agosto de 2009

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PATERNIDAD



El día que murió mi padre
no derrame una sola lágrima.

No imposte una falsa tristeza:
Me levante de la silla
en la que había dormido,
y me puse a mirar el horizonte
de la Ciudad de México
desde la ventana del hospital.

La oscuridad cedía ante el amanecer
y yo sentía algo parecido a la felicidad,
pero no era eso.
Recordé el sueño que tuve
mientras él moría a mi lado:
yo iba en el asiento trasero de un carro
y él iba manejando,
alejándonos de una ciudad
que siempre voy construyendo
cada noche.
En la radio sonaba
una canción.

Yo iba en el asiento trasero
y sabía que esa era su despedida:
Veía a través de las ventanas
como volvían a la vida
los momentos que pasamos juntos.
Cuando todo termino
mi padre no estaba ahí,
y el carro seguía su marcha.

Una enfermera me despertó:
ese sueño se volvió la batalla
perdida de una vida.

Y mirando desde la ventana
me puse a escuchar esa ultima canción.

Los días han pasado
y no puedo explicármelo,
pero sigo sintiendo esa oscura forma
de felicidad
que sentí en aquel momento.

No he llorado aun,
lo hice hace mucho tiempo.

*

3 comentarios:

  1. Roberto: es realmente bueno.
    Recordé una ensoñación de hace mucho tiempo, mientras trataba de dormir enmedio de un olor y contexto similar. Ojalá nos veamos pronto :).

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  2. Es un poema hecho a través de un ejercicio de duelo perdido. No hay mucho que decir frente a estos poemas. En realidad el poema te calla.

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